jueves, 1 de septiembre de 2016

Paseo por la Sierra de Chinchilla tras mucho tiempo...

Collalba rubia (Oenanthe hispanica)
    Hoy, 1 de septiembre, he vuelto a la Sierra de Chinchilla, tras muchas semanas sin visitarla y explorarla, a pesar de tenerla al lado, deteniéndome entre los espartos, alguna encina y curioseando entre las hierbas, en busca de insectos y con los sentidos alerta por si se acercaba algún plumífero amigo por el cielo o entre las ramas de los pinos. Salimos sobre las cinco de la tarde de casa y no hace muchas horas que hemos vuelto, a las nueve y media, tras darnos la vuelta porque, de pronto, el cielo se ha puesto nublo y amenazador, con rayos y truenos, aunque luego no ha llegado a llover. Ahora os cuento más detalladamente.

    Lo primero que me llamó gratamente la atención al internarme en la plantación de pinos carrascos es que algunas (solamente vi dos) zonas estaban cortadas por los guardas forestales, con una señal que impedía el paso a los ciclistas (y andarines) y que rezaba: "Senda cortada, recuperación medioambiental". Imagino que esto se debe a que alguien por fin ha escuchado precisamente a la presión que hemos metido desde ARBA Albacete en las redes sociales y a la gente concienciada del pueblo que también ve la erosión que causan las sendas ilegales de los ciclistas. El monte no es el circuito privado de nadie, debemos respetar siempre el suelo, las plantas y las sendas. Esperemos que se vayan cortando más sendas ilegales y se vaya poco a poco recuperando el sentido común, como parece que empieza a ocurrir.

    Seguimos caminando hasta el espartal, donde siempre me sorprendo con la variedad de líquenes que cubren el suelo y las rocas:
Squamarina cartilaginea
    Explorando, encontré un cardo gigante (Onopordum nervosum) y mi sentido arácnido me avisó de que podría haber algo interesante en él y, efectivamente...
Iris oratoria
    Me senté en una gran roca que parecía un escalón, donde crecían tés de roca en las grietas, a observar el paisaje. Solo veía espartos a mi alrededor, cada vez más altos, los cojines de Genista pumila subsp. pumila, rodales de lastón, hierbas agostadas... Sobre la tierra rojiza, una costra biológica de líquenes multicolores y musgos secos, conchas de caracoles judíos (Sphincterochila candidissima) y los minúsculos Xerocrassa subrogata. A veces me pregunto si habrá otras especies de caracoles que no he visto aún escondidas por esa zona y me prometo volver cuando empiecen las lluvias otoñales, en busca de otros moluscos. Las ajedreas (Satureja montana) ya están en flor y también el espliego (Lavandula latifolia), desde hace varias semanas. El aire venía del noreste, cargado de un agradable aroma mediterráneo. Desde mi posición veía la punta del Mugrón. Por encima del valle del Júcar parecía nublado, pero seguimos explorando.
Me cuesta mucho comprender, después de haber observado la naturaleza con detenimiento durante muchas salidas al campo, cómo es posible que muchas personas consideren un espartal un secarral, y hablen de estas formaciones vegetales despectivamente. Siempre me sorprendo con la cantidad de saltamontes, arácnidos y otros invertebrados que encuentro aquí, por no hablar de la variedad de especies de plantas, que, sin ser grandiosa, sigue siendo sorprendente. Debemos respetar nuestros espartales, aprender a ver más allá de un secarral y saber recuperar el bosque correctamente a través de ellos, pero con cuidado, ya que muchas especies que hacen rica nuestra tierra viven y dependen enteramente de ellos.
Un ácaro enorme que nunca había visto, bajo una egagrópila de búho. ¿Erythraeidae? ¡Ayuda con la identificación por favor!
    En un bancal arenoso, con escasa vegetación, encontramos una araña de interés que tenía muchas ganas de ver con detenimiento otra vez: la araña triangular (Uloborus walckenaerius). Tejía su tela entre siemprevivas. Uloborus walckenaerius es una araña curiosa. La hembra llega a los 6 mm y el opistosoma (el abdomen) tiene unos mechoncillos blancos que se ven claramente si uno observa a la araña de lado. Cuando teje su tela, parecida a las de la familia Araneidae (siendo nuestra araña triangular de la familia Uloboridae), se coloca en el centro, en la parte trasera, es decir "boca arriba", con las patas delanteras estiradas, lo cual le da un aspecto extraño. Según cuenta W. S. Bristowe (1958) en su The world of spiders ("El mundo de las arañas"), Uloborus es una de las pocas arañas que carecen de glándulas de veneno: para devorar su presa, lo que hacen es envolverla con hilos y después, no antes, muerden, inyectando jugos disolventes.
Uloborus walckenaeri
    La siguiente araña que apareció fue una araña tigre (aunque voy a tomarme la libertad de llamarla, a partir de ahora, araña de espartal, por ser tan comunes entre estas poáceas) de la especie Argiope lobata, tan frecuentes en esta época en casi toda nuestra geografía. La hembra de araña de espartal, tan imponente, apareció como flotando entre unas matas y, en su tela, no uno, sino tres machos, esperaban su turno. Era la primera vez que veía un macho de Argiope lobata, así que no perdí un segundo con este hallazgo a unos metros de la Uloborus.
Argiope lobata, macho.
Habré visto decenas de Argiope lobata en estos espartales y en todas me paro un rato y observo con detenimiento. El macho es exageradamente más pequeño que la hembra. Allí entre las espigas de atocha, ante mis ojos, es posible que estuviera teniendo lugar un mecanismo etológico muy curioso: la elección críptica femenina. Este proceso, algo difícil de explicar, ocurre en algunas especies: las hembras son capaces de variar su éxito reproductivo en función de las características del macho, después de la cópula, para evitar la endogamia, como es el caso. Se ha demostrado que las hembras de Argiope lobata son capaces de  regular la cantidad de esperma que reciben de un macho, suponiendo que la cópula se produzca con varios machos. Las hembras de Argiope lobata guardan tanta cantidad de esperma como les es posible de un primer macho, por si acaso no tienen la oportunidad de copular con otros. En caso de que aparezcan machos nuevos, las hembras pueden "ajustar" su éxito reproductivo, regulando la cantidad de esperma que obtienen de los siguientes machos, dependiendo de la compatibilidad (genética, por ejemplo) o la calidad del macho (Welcke & Schneider, 2009). Por lo menos, a mí, este comportamiento me parece algo curiosísimo.
    Tras esto, llegamos a la zona de barbacoas, junto al "Bosque del Olvido", nombre de reciente aparición, y llegamos a donde los caminos se bifurcan, uno al norte y otro al sur, hacia el cuco restaurado. A lo lejos había una retama, en el camino del sur, así que fuimos a ella y cogí sus frutos, para usar sus semillas en futuras reforestaciones. Desde este camino, que va en dirección a la Estación de Chinchilla, se ve la parte sur de la Sierra de Chinchilla. Las colinas onduladas de las fincas al sur de la A-31 me parecían muy bonitas con la luz prelluvia y algunos grandes pinos y encinas que crecen en medio de los campos de esta zona de La Mancha se veían majestuosos con sus oscuras y globosas copas. En un cardo seco, al borde del camino, vimos otra hembra de Iris oratoria de otro color.
Iris oratoria
    Algunos conejetes corrían de aquí para allá. Las matas del torvisco (Daphne gnidium) florecían y ofrecían sus frutos rojos al sol de la tarde. Dimos la vuelta hacia el cuco y las nubes que venían del norte de la provincia se nos aproximaban. Empezamos a ver algún relámpago lejano. 

    Junto al cuco, hay un descampado donde las olivardas (Dittrichia viscosa) hojean y enseñan sus primeras flores amarillas para el otoño que se aproxima. También allí busqué algunos insectos y obtuve recompensa.
Mantis religiosa, una preciosa hembra. Al fondo, el cuco.
   Las nubes cada vez estaban más cerca y oíamos los truenos. Apresurándonos entre las hierbas, aceleramos el paso, de vuelta a casa, asustando míriadas de pequeños ortópteros como el Sphingonotus o los Oedipoda. En los campos baldíos cantaban las cogujadas y algún escribano triguero nos observaba sobre las matas. La tormenta venía y aunque me gusta mojarme con la lluvia, prefiero no morir por el impacto de un rayo, así que huimos. Hasta la próxima.


Bibliografía:
-Bristowe, W. S. (1958) The World of Spiders. The New Naturalist. Collins: London.
-Welke, K. and Schneider, J. (2009). Inbreeding avoidance through cryptic female choice in the cannibalistic orb-web spider "Argiope lobata". Behavioral Ecology, 20(5), pp. 1056-1062.

4 comentarios:

  1. Hola Guillermo, un placer saludarte. Las fotos son preciosas y en cuanto al ácaro mi vista no da para tanto y nunca vi ninguno, un abrazo.

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  2. Anónimo4/9/16

    Yo tengo algo similar como "Ácaro gamásido", pero de ahí no paso...

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  3. Como siemore una entrada genial me encanta los colores del verano tan calidos y magníficas fotografías :)

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  4. Empiezo a "acostumbrarme" con placer a las entradas sobre la sierra de Chinchilla y, poco a poco, el lugar me va calando y, a pesar de no tener la suerte de haberlo caminado, lo gozo en diferido gracias a ti. Pongo comillas en "acostumbrarme" porque, en tus entradas, esta sierra, es una caja de sorpresas que se va desvelando por entregas con todas sus maravillas naturales, que por lo que explicas y muestras, no son pocas. Me alegra sobremanera que empiecen a tomarse en serio su cuidado y empiecen a dar algún paso en ese sentido. Enhorabuena, pues vuestros esfuerzos en pos de ello, merecen obtener respuesta.

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Trato de responder a todos vuestros mensajes, aunque sea solamente para dar las gracias.